La quietud de aquella iglesia era tan grande, que me imbuía en una especie de trance que superaba mis débiles fuerzas. ¡Era tal aquella quietud, que me hacía sentir una inmensa y celestial paz!. Era tal el placer que me embargaba, al mirar sus artísticas vidrieras de celestiales querubines, sus inestimables pinturas dignas de la Capilla Sixtina y sus innumerables tallas atribuidas al insigne Berruguete y que parecían estar talladas en carne, era tal, decía, el placer que me embargaba, que muchas, muchísimas veces, mis pupilas se anegaban de alegres lágrimas. Aquí están las respuestas, me decía. Las hallaré.
En su búsqueda, cada mañana asistía a misa y trataba de descubrir, al empezar el día, las ansiadas respuestas, tan necesarias para mí cual aire que respiraba. Esperaba cada día, cada instante, escuchar las respuestas del “padre”.
Siempre que entraba en la iglesia, me causaba gran perplejidad el verla tan vacía. Más, aquella mañana sentí que sería diferente. Pasé ante las imágenes de Santa Teresa, San Sebastián y Santa Rita de Casia, sin que ante ninguna de ellas, hubiera feligreses que elevasen sus quedas plegarias a ninguna de ellas. Al atravesar la nave central y acercarme al ábside, en el cual se encuentra la bellísima imagen de la Virgen de Santa Maria del Mar, vi a una dama rezar ante ella. Qué alegría tan inmensa sentí, al descubrir a alguien que tenía mi misma necesidad. Me acerqué y a breve distancia de ella, me senté a rezar. Escuche sin querer, su plegaria, musitada tenuemente y que así decía:
"Si necesitas el agua
pues a tanta gente das
bebe la mía, que es tuya
mi sed puede aguardar."
"Si necesitas mas vidas
para el planeta salvar
ten la mía y muchas más
de ti nacen, a ti quieren regresar."
"Si necesitas mi alma
al ser tan grande tu entrega
te la daré sin reservas
que a ti nada te queda."
¡Qué manera tan sublime de hablar y rezar al “padre” a través de una de sus Santas Vírgenes!. Pensé: ¿Qué más se le puede entregar?.
Y entendí que mi búsqueda llegaba a su final, que estaba ciega, si me empeñaba en esperar más respuestas. Entendí a través de plegaria tan entregada, que la paz al alma siempre llega, y que viaja a través de sendas de ida y vuelta. Y que la mía, nunca vendría del “padre”, la mía llegaría a través de mi entrega en bien de la humanidad.
El Padre es la ubicuidad, está en el lugar que se le necesita, también en las Iglesias.
Desde aquel día deje de asistir a misa, más, ni un día dejé de ir a rezar a la Basílica de Santa Maria del Mar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario