Se cruzaron las
miradas
bajo el sauce que
lloraba,
rojas lágrimas de
sangre
que el frío viento
secaba.
Eran dos locos
enamorados
con deseos de
tenerse,
ella cometiendo
pecado
él enfrentándose a la
muerte.
Contra aquellas dos
miradas
nacidas de ojos
claros,
habían tantas
barreras
como espigas tiene el
campo.
Él rompió lo
establecido
ella, a él se
entregó,
fue el principio del
romance
que de sangré se
cubrió.
Ella, que era mujer
casada
a su marido engañó.
Cuando él supo del
romance
su cuchillo al Sol
brilló.
Buscó a los dos
amantes
y juntos los
encontró,
al verlos, sacó el
cuchillo
les dio muerte y se
mató.
Hoy lloran como el
sauce
los Tirios y los
Troyanos,
lágrimas de sangre
tienen
en la cara y en las
manos.
Y dos enamorados
yacen
por haberse rebelado,
contra el amor no
querido,
contra el amor obligado.