sábado, 30 de noviembre de 2013

TU SECRETO NÚMERO 2


A salvo está tu secreto
sabes que te lo guarde,
por tanto como te quería
aunque no lo quisieras ver.
¿Tu secreto? no temas, que por mí
nadie lo ha de saber.

sábado, 23 de noviembre de 2013

DUDÉ DE TI.

Ayer una pesadilla tuve
soñé, ¡Dios no lo quiera!
¿que sería de mí,
si de repente perdiera
el amor que recibí?



Después de rozar mis labios
tu suave y final piel,
después de haber tomado
de los tuyos dulce miel,
¿como pude yo soñar
que tú no me eras fiel?



Si mi pecho ha sentido
de tu corazón el latir,
y habiéndote oído
entre mis brazos gemir,
soñar lo que ayer soñé
es empezar a morir.



lunes, 11 de noviembre de 2013

¿QUÉ PODRÍA SUCEDER?

Fuimos a pasear
idea tuya fue
¿que placer encontraremos
en este atardecer?

mientras el Sol se oculta
rozo tu fina piel
te estremeces al pensar
¿qué podría suceder?

Sale la luna triunfal
vuelvo a rozar tu piel
no te estremeces ya
¿qué podría suceder?

las estrellas desde el cielo
iluminan el camino,
que nunca tendrá un final
si el es nuestro destino

ese camino que andamos
a un solo lugar conduce
al placer de lo humano
que a nuestros cuerpos seduce.

Y nos conduce al padecer
de los dos, ya que, una vez
saciado el deseo, pensaremos
¿qué podría suceder?

tus padres se preguntan
¿dónde estará nuestra hija?
sin que lleguen a pensar
que placer busca a escondidas.

Más, no te preocupes, porque
después te acompañaré
y llegarás a tu casa
antes del anochecer.

Ellos dormirán tranquilos
tú no dormirás tan bien
pensarás al igual que yo
¿qué podría suceder?

sábado, 2 de noviembre de 2013

UNA MUCHACHA DESNUDA

Era una mañana calurosa, como corresponde a la zona por donde navegábamos  y la época del año en que nos encontrábamos. El crucero zarpo del puerto de Atenas el 25 sobre las 9 a.m. y efectuaba escala en los más bellos parajes de las Cyclades , en el mar Egeo Pelagos: Kea, Andros; Delos, Paros, etc. El pasaje del crucero estaba formado, mayormente, por personas de avanzada edad, aunque no faltaban los jóvenes, ellos tan apuestos, ellas tan bellas, con sus cuerpos, absolutamente bronceados, tan agradables a los ojos, que era un placer observar sus paseos, sobre todo y ante todo, para un carcamal como yo, absorto al contemplar andares tan sensuales, que emanaban espontáneamente de tan bellos cuerpos. Al atardecer, paseando por babor, observé a una pareja cuya belleza me enamoró. Sentados en unas hamacas, charlaban en voz baja, el uno muy cerca del otro,  con las manos enlazadas y los ojos ocultos detrás de unas gafas oscuras. Cuando regresaba, al pasar ante ellos, me paré y acercándome, les pregunté la hora. Fue la pregunta con la que comenzó una charla, que se prolongó toda la tarde. Hablamos sobre muchas cosas. Llevaban una semana casados y se regalaban tanto amor el uno al otro, que noté nuevamente la juventud, correr por las venas. Quedamos en vernos en el comedor, para conversar y cenar juntos. Fue una velada exultante en la que me dejé llevar por sus jóvenes voces, que me llevaron a un estado tan placentero como nunca antes alcancé, conversando con jóvenes. Una de aquellas tardes, surcando un bello paraje, de playas blancas y verde mar, recordé una novela devorada en la juventud, y basada en el amor profesado entre dos jóvenes de aquellos lugares, tan hermosos como ellos, y que me dejó una profunda huella. Ellos, con sus entregas de amor, me la trajeron a la mente:
“La novela narraba, como un apuesto y bello joven, que se alojaba en una cabaña cercana al mar y solo con el afán de desterrar de su corazón, un amor no deseado, se enamoró locamente de una salvaje y hermosa joven, sostén de su padre y hermanos, desde que, al nacer ella, a su madre se la llevó el Ángel de la muerte. El sustento de todos, estaba en lo que la joven pescaba en aquella mar donde su madre la alumbró y en la que, cuando estaba a solas, se transformaba en un bello cetáceo
La joven de vez en cuando se adentraba en sus aguas y pasaba largas jornadas antes de volver a la playa, tanto con bonanza como con tormenta, pues para la joven la mar era como el útero de su madre. Aquellas escapadas provocaban los más tormentosos celos en el joven, que oteaba las lejanas olas, creyendo ver en cada una de ellas, a la joven, qué, desnuda, nadaba junto a un enorme cetáceo. Después de una de aquellas largas escapadas, la joven no torno de la mar, lo que provocó en el joven una profunda pena.
El padre comento al joven, que no se preocupara por ella, que era joven y fuerte, más fuerte que aquella mar que era su verdadera madre, donde fue alumbrada y ofrendada por su madre terrenal. Y a ella, la madre mar, ha vuelto para no retornar jamás. No has de padecer por ella, pues es más fuerte que todas las olas. Y que cuando oyera el murmullo de una caracola, era que ella le hablaba desde lo más profundo de su nueva morada. El joven no pudo superar la falta de la salvaje joven y regresó a su pasado, donde recompuso su roto y cansado corazón. Logró recuperar el deseo de amar, aunque nunca pudo dejar de pensar en ella.”
La noche antes de nuestro regreso a Atenas, observamos desde babor, un cetáceo de color negro, que nadaba velozmente, en paralelo al crucero, como en ellos es común.  Nos acompañó hasta que entramos en alta mar. Se paró, observó como nos alejábamos y regresó. Yo pensé, que el verdadero amor perdurará en el mar eternamente, con el cuerpo de “Una muchacha desnuda”.

Nota: éste relato tiene dos detalles que quizás desconozca alguno de los lectores que amablemente lo lean.
Uno: es un homenaje que me he permitido efectuar, al escritor Nikos Athanassiadis, autor del libro titulado "Una muchacha desnuda". Si podéis, leedlo. Es un bello libro.
Dos: en el relato, no he utilizado una de la cinco vocales del idioma Castellano. Es un ejercicio que me refirió el Señor Arcadio Tarrída. Lo practicaba su padre, que era profesor de escuela, al igual que lo es él.
Espero que os guste el relato y aprovecho para agradeceros que leáis el Blog.

viernes, 1 de noviembre de 2013

YO, POR ENAMORARME DE TI

Pronto tendré que darle
un giro total a esta vida,
para lograr que se calmen
los dolores de mi herida.

Herida que me hiciste tú
con tu profunda maldad,
ahora sufro y no soporto
vivir esta soledad.

Por eso quiero un dormir
sin que se pueda soñar,
y así, nunca más a ti
sentirte en mi despertar.

Pues no deseo tu castigo
no mereces mi pecado,
pero te deseo igual dolor
al que yo he soportado.



Y ver como tú padeces
lo que yo antes padecí,
tú, por ser mala persona
yo, por enamorarme de ti.